ADICCIÓN AL AMOR

W.H. llegó a decir: mi marido era mi droga. Se casó con él en el momento cumbre de su carrera. Su matrimonio marcó el inicio de su adicción a las drogas y al alcohol. “No hacía nada sin su consentimiento”. Los abusos eran físicos y verbales y venían de ambos lados. Su vida entró en una espiral de autodestrucción. No se quitó el pijama durante siete meses. Deambulaba por la calle borracha. Ella trató de hacerse pequeñita para que en su matrimonio él fuera más grande de lo era ella. Sólo quería ser una buena esposa.
¿Cuántas mujeres hacen eso cada día?
Las mujeres que quedan atrapadas en un vínculo adictivo no son poco lúcidas e incapaces. Sino más bien lo contrario. Desde muy pequeñas, se ocuparon muy hábilmente de gestionar las necesidades del hogar donde crecieron, son verdaderas ejecutivas de acciones para poner en marcha recursos para aliviar esa displacentera tensión. Ellas cumplieron roles que no fueron acordes con su corta edad, fueron madres de sus padres, madres de sus hermanos y de sí mismas. Emplearon todas sus energías en sobrevivir y ser queridas. Cuando una familia no puede cubrir las necesidades emocionales básicas, se crece con una carencia muy intensa de afecto. Las relaciones adictivas se fundan en esa voraz necesidad de reconocimiento. Se va construyendo un entramado de vínculos dependientes. Es lo que algunos autores llaman DAP: dependencias afectivas patológicas.

La regla de las reglas era satisfacer a todo el mundo para agradar y ser aceptadas. Ser complacientes, buenas hijas, buenas alumnas, buenas amigas, generosas, simpáticas, estar siempre bien dispuestas, siempre bien. Quieren ser vistas bajo una luz positiva, madres perfectas, profesionales impecables, trabajadoras incansables, competentes, amables. Quedan atrapadas en las imágenes, sin saber muy bien que desean para su vida, pero sabiendo muy bien como satisfacer el deseo de los demás. Este esfuerzo por mostrar más de lo que son capaces, produce un efecto devastador, agota el sistema nervioso y la personalidad toda, experimenta desasosiego y cansancio físico.

El testimonio con el que comienzo este desarrollo, es de Whitney Houston. ¿Quien no recuerda su “And I will always love you” en la película el Guardaespaldas? Fue una de las voces más hermosas, la que más discos vendió, la que más dinero ganó, la más hermosa. También fue la que vivió una de las relaciones más violentas, más escandalosas y más destructivas. Vivió en la devastadora desmesura. Casi podría decirse que “lo tuvo todo”, sin embargo, cayó en una secuencia de autodestrucción, de degradación, lo perdió todo, su voz, su fortuna, su belleza y hasta su propia vida. Podría formularse la pregunta ¿Porqué tenía esa dependencia hacia su marido que al lado de ella no era nadie? ¿Por qué esa adicción tan tenaz si lo tenía todo para ser independiente? Ese es el punto. Whitney vivió una infancia de carencias afectivas y económicas. Con un padre alcohólico y una madre que se ausentaba de su casa para cantar góspel en el coro de la Iglesia. Whitney siendo muy pequeña, se hizo cargo de roles que no estaban acordes con su corta edad. Aprendió a sobrevivir, a ser perfecta, a hacer todo para ser reconocida y aceptada.

Su marido era un cantante de rap mediocre. Ella, que tomamos como testimonio de todas las mujeres adictas a personas, entre otras adicciones, es un modelo de todas aquellas mujeres que siendo muy pequeñas, debieron librar intensas batallas para sobrevivir en un hogar disfuncional, donde los padres, por distintas razones, fueron incapaces de proveer del cuidado que un niño necesita. Cuando estas mujeres se cruzan con el hombre que les dispara SENSACIONES FAMILIARES, sin saberlo, quedan ancladas en esa relación en la que intentan saldar esas deudas de la infancia. Eso que EL tiene y les resulta tan familiar, no está a la vista. Es un sentimiento visceral, casi animal, que desafía e invita a jugar un juego que ya se jugó. Es el hombre que encaja a la perfección con patrones infantiles. Eso que erróneamente llaman “amor a primera vista”, ese flechazo, es la cascada neuroquímica que se pone en marcha cuando se está en presencia de la provocación de la sustancia objeto de adicción que las desafía de manera punzante. Estas niñas sobre adaptadas, conocen a la perfección esos modos de comunicación hecha de gestos, de miradas, de tonalidades, de acentuaciones, de silencios, de perturbadoras tensiones. Son traductoras e intérpretes del más leve gesto. Desde muy temprana edad se sintieron responsables de las personas que amaban. Ahora se proponen como misión, salvar a ese hombre por quien se activó esa antigua, conocida y aun dolorosa herida de la infancia.

Esta etapa es la del enamoramiento que nada tiene que ver con el amor. Perpetuarse en esta etapa de enamoramiento, es un espejismo. Es la breve intensidad que produce el consumo de cualquier sustancia química. El denominador común en todas las instancias de la adicción, no es el químico particular o la sustancia. Lo común a todas las adicciones, lo que está siempre presente es EL ADICTO con su desequilibrio interior, con ese vacío afectivo que los hace tan vulnerables, la verdadera fuente de la adicción está en su propio interior.
M. de 39 años, quiso sacar la cuenta de la cantidad de veces que lo había llamado por teléfono. Cuando miró el registro de llamadas, sintió vergüenza. Después de todas esas llamadas, en las que cada vez que llamaba, sentía que le transpiraban las manos, le daban palpitaciones, sentía un calambre en el estomago, le temblaban las piernas y se sentía ahogada, se convenció de que no la atendería. Empezó una maratón de salidas con hombres, con mujeres, sola, no importaba. Quería aturdirse, anestesiarse, dejar de sentir ese doloroso vacío. Ahora, después de seis años de “abstinencia”, de no salir con nadie, se dio cuenta de todo lo que sufrió para no sufrir

Establecer estas relaciones de apego a personas, es relacionarse con adherencia apasionada a las personas. La pasión es sufrimiento, además bloquea la capacidad crítica. Esta etapa que se denomina como “estar perdidamente enamorada” funciona como un alterador del pensamiento, de la atención y del juicio. Los límites con el otro son borrosos, hay una pérdida de la individualidad. La vida se vive en términos de estar con él o no estar con él. En la pasión solo se ve lo que es apasionante. En el imaginario social, el amor en la pareja, es equivalente a inicio súbito, sacrificios por el otro, pruebas de amor, fusión con el otro, olvido de la propia vida, expectativas mágicas como la de encontrar un ser absolutamente complementario, vivir en una simbiosis de engranaje perfecto. Esta idea del amor aparece con especial fuerza en la educación de las mujeres. A pesar de los profundos cambios del siglo XXI las mujeres y en menor medida los varones, asumen ese modelo de amor que hace ordenar su biografía y su historia personal en torno al logro del amor. En el libro El arte de amar, Erich Fromm dice que empezamos a amar cuando dejamos de estar enamorados. El amor es una decisión consciente que nace a partir de la convivencia y fundamentalmente es una experiencia de bienestar y de intereses y proyectos compartidos.
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Un abrazo y mucha luz,
Paola