MIEDO Y CONDICIONES DE LA EXISTENCIA
Nuestros miedos más importantes son el miedo a la pérdida y al
cambio, a saber, a dejar que suceda y a permanecer, el miedo a
abrirse al mundo, el miedo a los otros, el miedo a los sentimientos
ajenos, el miedo al rechazo, el miedo a dar y recibir, el miedo a las
idas y venidas y el miedo a la soledad que incluye el miedo al
vacío. ¡Éstas son también las condiciones de la vida humana ordinaria!
Éstos son cuatro de los hechos reconocidos de la vida:
– En última instancia estamos solos;
– las cosas son transitorias;
– la vida es imprevisible y a menudo injusta;
– y el sufrimiento parece ser una experiencia universal.
Podemos comparar la respuesta de un adulto a cada hecho con
la respuesta de un niño asustado. Cuando un adulto se enfrenta a
la soledad, busca apoyo y/o permanece con la sensación de soledad.

Esta permanencia es una forma de conciencia: comprobar meditativamente
la situación difícil sin juicios ni ataduras, sin miedo
ni deseo. El niño asustado se siente juzgado por la soledad: “Esto
significa que nadie quiere estar conmigo. Esto significa que moriré
aislado”. Buscaré una forma de cubrir la soledad para no tener que
sentirla nunca en su plenitud. No sólo busco a alguien que me
apoye, busco a alguien que elimine esa sensación de soledad y que
cubra mi vacío. No creo que pueda hacerlo yo mismo.

En relación a la naturaleza transitoria de las cosas, el adulto advierte
y acepta que en esta vida todo transcurre por etapas. Las
cosas ascienden, suben hasta la cresta y declinan y esa curva en
forma de campana parece caracterizar a todas nuestras experiencias
vitales. Cuando operamos desde el miedo infantil, tratamos de
fijar o aferrarnos a “lo que es” para que no cambie, pero cada cosa
sigue su curso hacia la cresta. “He experimentado el romance contigo
y ahora se ha extinguido la emoción, por lo tanto buscaré a
alguna otra persona.

Cuando las condiciones de la existencia suceden con un consentimiento
sin reservas, permito que las cosas sean imprevisibles, que
algunas veces estén más allá de mi control. Desde la perspectiva
del miedo infantil, podría exigir certeza y buscar el puerto seguro.
Trato de buscar algo a que aferrarme o de que depender: una persona,
una religión, un gurú, un sistema de creencias o una adicción.

Me siento segura cuando todo ha sido cautelosamente cuidado y se
encuentra bajo control. El adulto que vive a pesar del miedo encara lo
imprevisible y no trata de evitarlo. “Algunas cosas suceden de
acuerdo con mi plan y otras cosas suceden en contra del mismo.
Acepto esto como un hecho de la vida”. Tal aprobación me confiere
el poder para manejar lo imprevisible. Ésta es la paradoja: lo que
acepto me fortalece para manejar aquello que requiere aceptación,
es decir, las cosas que no puedo cambiar. De hecho, esta condición
de la existencia puede expresarse de la siguiente forma. Hay algunas
cosas que puedo cambiar y otras cosas que no puedo cambiar;
esto me conduce a aceptarme y no a rechazarme.

Otra condición de la existencia es que las cosas no siempre son
justas. Algunas veces prospera el mal y el bien sufre. Nadie puede
estar seguro de que todo funcione con justicia en los asuntos humanos.

El sufrimiento es universal. Lo malo sucede a las buenas personas
y lo bueno sucede a las malas personas y viceversa. Es imprevisible.
El deseo infantil es que las personas corruptas sean heridas
(castigadas) en vez de reformadas o transformadas. Esto emana del
yo vengativo más que del self compasivo.

Parece que el sufrimiento en forma de dolor y traición en las relaciones
humanas también nos imprime carácter. Todas las personas
que nos han causado dolor participaban de algún modo en lo
que debía suceder para que nosotros creciéramos. Cuando lo veas
de ese modo, observarás que todas ellas han desempeñado sus partes
–para mejor o para peor– y entonces podrás perdonarlas. Es conveniente
sentirse airado y resentido, pero después perdonar y comprender
que todo coincidía con lo que debía suceder.

 Nietzsche dice:
“Y fueron necesarios tanto mal y tanto dolor para que se produjera
la gran emancipación”.

Un abrazo y mucha luz
Paola